Recuerda los buenos momentos Antonella, ten por seguro que esto no es nuestro sendero hacia el final; hemos luchado bastante como para pisotear mutuamente nuestras esperanzas y arrepentimientos, olvidemos esta desgracia como una gota que se pierde en el desierto.
Trate de pedirte auxilio insensiblemente, pero mi corazón tiene un cierto limite del cual no quiero pasar. ¿Y el tuyo?. Mis latidos aumentaban, desde el fondo de mi alma estaba desvaneciéndome en una especie de hoyo neutral amarillento, pero jamás olvide que tu estabas igual, las blancas mentiras no cubren todo, ten en cuenta que soy un tipo de Freud, un jodido psicoanalista, así que no me engañes, no resultara.
Y en ese instante, en que el reloj marco las putas 3 AM, supuse que esto tendría que acabar como el mejor drama de nuestras vidas, inclusive estuvo a punto de realizarse, sin embargo no poseía el argumento necesario. Ella es la muchacha del vestido rojo, pobre Antonella, puedo oírte… pero de verdad quieres estar cerca de mi?; no sabes a lo que conlleva, una vida de desgracias, acusaciones falsas, te apuntaran, te odiaran, más aun te destrozaran si nos besamos.
Nos abrazamos como un ultimo esfuerzo hacia el final de nuestras vidas miserables, en la mesa estaba la cuchilla, excelentes dosis de morfina, miro tus brazos Amor Mio, esa sangre no debe correr, no, por favor. Esta vez tus ojos se habían desgastado mas de lo normal, tú alma no centellaba ese brillo morado como antes, y repetías en cada instante que no era un desastre. Te confesé que mi alma se dividía completamente por ti, y en el mismo compás de un vals en que cierta ocasión bailamos, pronunciaste exactamente lo mismo que yo. Allí donde solíamos gritar, todos esos quejidos y lamentos de un insensato adolescente todavía permanecían ahí, esperando a que alguna vez volvamos juntos triunfantes con rock en las venas a incinerarlo.
A eso de las 4, nada tenia sentido, me imagine que estabas en una agonía profundo, así que trate de hacerte entrar en razón, ¿has visto mi propio dolor existencial?, y no pude remediarlo, lo siento.
Era hora de partir y dijiste: “Esto no da para mas”, confundida totalmente agregaste con un tono peculiar que todavía amabas a John Boy, que por eso estabas completamente hecha añicos; ya no tenia frases, ella fue la dictadora de mi conciencia. Después se arrepintió de todo lo pronunciado cambiándolo por “Te quiero, te extraño” pero exactamente hace 5 minutos atrás mi alma se había dividido en cien mil partes. Una vez más le dije: “Lo siento”, mire hacia el horizonte, le deje secretamente mi último verso declarativo en tu chaqueta, tome mi whisky al hilo, te abrase, te besé, mi voz fue ausente. Hasta nunca, la oscuridad de esa noche era enorme y te lamentabas, en realidad no, no lo se, no entiendo como piensas, sin embargo, te quiero, con tus locuras, demencias, entiende cariño soy de tu misma calaña, solo que ya pase por el maldito tren en el cual estas pasando, es horrible lo sé.
Me mirabas, y yo caminaba sin marcha atrás, en la esquina el sentimiento me carcomió, voltié a verte, y ambos salimos corriendo por un impulso o frenesís a un calido abrazo, no soportaríamos estar lejos, ¿o era pura ficción utópica ligada al amor?.
Así que corrí, corrí, corrí y me sentencia a la desolación de una noche de Junio. Supongo que al ver la expresión a lo lejos de mis labios entendiste lo que te decía: "Esta vez es hasta nunca"
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